esta semana escuchaba en la Brújula de Onda Cero a un tertualino económica analizar el caso Bárcenas en particular y la corrupción en general, con la analogía del episodio que se narra en el Lazarillo de Tormes en el que el amo ciego del lazarillo, le reprocha a éste que se estuviera comiendo más uvas que él del racimo, ya que, aunque habían acordado comer las uvas de una en una, el ciego las había comido de dos en dos y el lazarillo no protestó, asumiendo el ciego que estaba robando más que él y por eso no decía nada. el caso de las uvas y el lazarillo es un ejemplo perfecto para darnos cuenta de la situación de este país en el ámbito ético. En España en la medida de lo posible, muchos de los ciudadanos defraudan e intenta engañar al Estado hasta donde puede y le dejan. Bien sea cobrando en negro y no declarándolo, tirando papeles al suelo, yendo a 150 km/hora o escriturando una vivienda por debajo del precio firmado, el español medio ha defraudado lo que le han dejado. En otras palabras, mientras que el sistema dominante se comía las uvas de dos en dos, gracias a todo tipo de abusos de poder, el ciudadano medio español se las ingeniaba para hacer lo mismo en la más mínima oportunidad. El problema de estos últimos años es que ahora ya no hay uvas porque se han acabado para la inmensa mayoría del pueblo y se fija en cómo las élites se los han llevado de 2 en 2, señalando con el dedo acusador y con toda la razón, a aquellos que se lo han llevado. Al final, nuestra élite, es fiel reflejo de lo que somos como pueblo español
“Agora quiero yo usar contigo de una liberalidad, y es que ambos comamos este racimo de uvas, y que hayas dél tantas partes como yo. Partillo hemos desta manera: tú picarás una vez y yo otra; con tal que me prometas no tomar cada vez más de una uva, yo hré lo mesmo hasta que lo acabemos, y desta suerte no habrá engaño.” Hecho así el concierto, comenzamos; mas luego al segundo lance el traidor mudó de propósito y comenzó a tomar de dos en dos, considerando que yo debría hacer lo mismo. Como vi que él quebraba la postura, no me contenté ir a la par con él, mas aun pasaba adelante: dos a dos y tres a tres, y como podía las comía. Acabado el racimo, estuvo un poco con el escobajo en la mano y meneando la cabeza dijó: “Lázaro, engañado me has: juraré yo a Dios que has tú comido las uvas tres a tres.” “No comí, dije yo, mas ¿por qué sospecháis eso?”. Respondió el sagacísimo ciego: “¿Sabes en qué veo que las comiste de tres en tres? En que comía yo dos a dos y callabas.”