Cuando mi padre tendría unos 45 años decidió que no trabajaría más los viernes. Siendo dentista, pasaba consulta de lunes a jueves y los viernes, sábados y domingos los dejaba para sus cosas, las que le gustaran. Ya fuera la Federación Española de Fútbol, el Córdoba C.F. el colegio de Dentistas o la preparación de sus viajes, prefería invertir su tiempo en sus aficiones y no trabajando. Recuerdo que siendo niño se lo pregunté, y él me explicó su razonamiento que, hasta que no fui mayor, no entendí. "Trabajando un día más, entraría en un nuevo tramo de IRPF que, significa básicamente que para cada 1.000 pesetas nuevas que ingrese atendiendo pacientes, 750 pesetas se las lleva Hacienda. Para eso me dedico a otras cosas".
Todos los impuestos tienen un punto de no-retorno a partir del cual desincentiva la inversión y la generación de riqueza del emprendedor, del inquieto, del curioso, del que quiere cambiar la realidad a través de una oferta de productos o servicios. Eso es algo que se obvia totalmente cuando los políticos y burócratas trazan sus planes de gobernación y afirman tan alegremente que lo que necesita el país es una subida de impuestos.
Si existe hecho económico es porque un conjunto muy pequeño de la población (7% en España) decide arriesgar lo suyo por conseguir un objetivo que tenga que ver con solventar necesidades de otros. Para conseguirlo necesita cooperar con otras personas para la venta de productos o servicios por lo que contrata trabajadores, establece relaciones con proveedores, busca canales de distribución para venderlos y canales de comunicación para que sus clientes los conozcan y los compren. La introducción de barreras de entrada en forma de regulaciones e impuestos dificulta el desarrollo económico ya que introduce pasos adicionales, además de los propios del negocio, para conseguir el objetivo.
Por ejemplo, que una empresa de desarrollo de tecnología independientemente de sus ingresos y sus circunstancias especiales, tenga que acogerse por riles a un convenio colectivo y que implique la subida de sueldos anualmente, dificulta el desarrollo económico. Nos podrá parecer justo o injusto, pero de manera objetiva roba tiempo a la empresa para que, en vez de cumplir con su objetivo, cumpla con las regulaciones impuestas por terceros.
¿Quiere decir esto que no debemos tener ningún tipo de regulación ni pagar impuestos? No evidentemente, pero sí hay que tener claro que desde que se grava el hecho económico en cualquiera de sus relaciones económicas y se introducen barreras operativas, los incentivos para los empresarios, disminuyen. ¿Lo tienen en cuenta nuestros gobernantes cuando hablan de que se han de incrementar los impuestos para equiparnos a Europa? ¿En qué momento me dejará de compensar como empresario reinvertir los beneficios adquiridos si las barreras operativas por parte de la Administración, en cualquiera de sus facetas, llegan a ser tan altas que prefieres vivir de rentas y dedicar tu tiempo a otra cosa? ¿Me merecerá la pena abrir un nuevo negocio si en caso de salirme bien y de superar todos los retos que hay por delante, encima me van a gravar otra vez y de manera que considero totalmente desproporcionada?
Os aseguro que llegará un momento en el que no me merezca la pena y dedicaré mi tiempo a otros menesteres pero que no implicará, entre otras, crear empleo. Que lo tengan en cuenta nuestros políticos.