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La iglesia como faro de referencia para sus fieles en el siglo XXI

Este pasado viernes tuve la oportunidad de participar en una mesa redonda organizada por la biblioteca Diocesana del Obispado de Córdoba sobre Censura: luces y sombras. Al hilo del día del libro, la biblioteca organizaba  una mesa redonda en torno a la censura y los libros prohibidos que la Iglesia con el paso del tiempo y especialmente en las postrimerías de la Edad Media, había ido prohibiendo para su lectura por parte de los fieles. Abrió la mesa redonda Adolfo Ariza, teólogo y sacerdote, director del Instituto Superior de Ciencias Religiosas Beata Victoria Díez, hablando de la relación entre magisterio ideología y de cómo se entrelazaban ambas. Citó a un teólogo francés que reflexionó desde el destierro espiritual llevado a cabo por la Iglesia ante alguna de sus publicaciones justificando a la propia Iglesia de su decisión de apartarle temporalmente del magisterio de la Iglesia. Continúo la misma Francisco Javier Perea, Doctor en Lengua Española y profesor de la UCO,  hablando de los devenires de las traducciones de la Biblia en el siglo XVI causa entre otras de la creación de libros prohibidos por parte de la Iglesia. A continuación intervino, mi amigo Jesús Cabrera periodista cordobés ir y profundo conocedor de la realidad periodística cordobesa tanto pasada como presente además de un erudito de la historia local de Córdoba. Jesús invirtió su tiempo en explicar los distintos procesos de censura que ha habido en las diferentes leyes que sobre prensa se promulgaron en los dos últimos siglos, repasando la censura en la Restauración, la II República y finalmente en la Dictadura franquista.

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¿Necesitamos censores en siglo XXI?

Mi intervención versó sobre cómo hoy en día el censor de antaño es más necesario que nunca en un mundo con sobreabundancia de información. Cuando se calcula que cada 18 meses se duplica la disponibilidad de datos para su análisis,  y que que se encuentre dado de alta en la red social Facebook recibiría  unos 1500 actualizaciones de todos los amigos y páginas con los que está conectada, la información que se recibe. Desde este punto de vista, el cerebro ya es el primer censor desde que elimina toda la información que considera inútil para centrar el análisis en lo importante. Bajo esa premisa tener elementos sensores o lo que muchos llaman ahora content curator, se antoja más importante que nunca.  La selección de información implica una censura per se, no por razones ideológicas o dedoctrina como podía ser antaño en la II República, o durante la dictadura franquista, sino por disponibilidad de contenido que una persona puede asumir. Cuando hoy en día hacemos una búsqueda en Google sabemos que el 80% de los usuarios hagan clic en los primeros 5 resultados que se encuentren,  mientras que el resto se irá diluyendo entre las sucesivas opciones que tenga. Facebook utiliza un sistema de inteligencia artificial que se autoalimenta de los hallazgos que va encontrando. Centenares de miles de datos derivados del comportamiento del usuario en la red así como de sus peers son analizados para intentar dar al usuario la información que el sistema considera que más te interesan apareciendo ordenados por orden de importancia.

Surgieron diferentes aspectos en el coloquio sobre el mundo que había descrito, donde la separación entre la lo virtual y lo físico es cada vez más difusa y que dificulta en demasiadas ocasiones, discernir lo que es real de lo que es falso y eso, para muchos comienza a ser muy difícil o directamente imposible. Y personalmente creo que ese es uno de los mayores dramas al que nos enfrentamos, máxime en un mundo donde el periodo educativo, clave para generar las pautas para separar lo verdadero de lo falso, se encuentra en un momento tan convulso. ¿Cómo hacer para que un 22% de alumnos españoles que dejan su escuela sin completar estudios de secundaria tengan el criterio correcto para poder decidir sobre la información que se le presenta? En ese sentido los lo único que nos queda es que los algoritmos de Google de Facebook de Twitter o de cualquier otra red donde invertimos nuestro tiempo sean lo suficientemente precisos para darnos no solamente aquello que necesitamos sino de manera utopica aquello que es contrastado.  

La incertidumbre del futuro; dichosos los católicos que tienen una guía espiritual

  Y esa es precisamente la desazón que a muchos nos entra cuando nos enfrentamos a un mundo tan cambiante, tan apasionante, pero a la vez tan incierto. Cuando estudios demostraron que nuestro cerebro prefiere las noticias negativas a la incertidumbre, peor panorama se presenta. Un buen símil para entender en el momento histórico que nos encontramos sería el de imaginarnos nuestra civilización como un pueblo que vive históricamente cerca del mar y que de vez en cuando es sacudido por el oleaje, en ocasiones más complicdo, en ocasiones más calmo. Aunque sabemos que cada cierto tiempo viene un tsunami que arrasa con todo y nos obliga como especie a regenerarnos desde cero, eso ocurre sólo cada muchos miles de años. La revolución tecnológica que viene, es similar a un tsunami que viene y sabemos va a cambiar la forma de vida que tenemos. De haber estado viviendo en suelo firme sacudido de vez en cuando por olas, la ola gigante que viene sólo nos trae una certeza: jamás la Humanidad se ha enfrentado a los retos que tiene por delante y que positivamente saberemos que tendremos que vivir en un mundo totalmente diferente al que conocíamos. Algunos, conocedores de la ola que se acercaba, se han preparado para afrontarla, construyendo todo tipo de utensilios y objetos para sobrevivir a la llegada. Algunos han hecho barcos, otros han ido cimentando sus casas y otros han ido creando atalayas para resistir la llegada de la ola en función de sus posibilidades y esfuerzos.

Pero muchos otros, demasiados, cuentan poco pocos utensilio válido para enfrentarse al tsunami que viene, bien por desconocimiento, por facilidad personal o simplemente porque no han querido mirar. Son demasiadas personas equipadas con objetos que no son necesarias para la época que viene. ¿Por qué vienes con palaustres y cemento cuando lo que realmente vas a necesitar serán barco, un promontorio o bien una tabla de surf? Un sacerdote me preguntó precisamente cómo este mundo al que nos enfrentamos tiene implicaciones en el hecho religioso y me sorprendió la reflexión propia que hice, porque de manera natural y por arte de birlibirloque y de lo que había escuchado en las personas que me habían precedido, sentí alegría y dicha por aquellos católicos que busquen a su Iglesia como faro espiritual. Y dichosos, no porque yo personalmente pueda estar de acuerdo, me consideré abiertamente agnóstico, sino porque los fieles católicos tienen el rumbo marcado, en nuestro ejemplo, un conjunto de instrucciones que pueden ser válidas para capear el tsunami que viene. Algunos podrán estar totalmente en contra de las instrucciones dadas, yo discrepo en algunas de las afirmaciones de la última encíclica papal, pero son instrucciones que tienen y que reconfortan a millones de personas, porque intentan separar “lo verdadero de lo falso”, y aunque desde mi punto de vista yerran como humanos que son, sí eliminan parte de la incertidumbre que tanto daño genera al individuo. Abundé además en la dificultad del tiempo actual con tantas miles y miles de interacciones diarias potenciadas por dispositivos siempre conectados, para encontrar sitio para la espiritualidad. Conocedores de este hecho, la moda del mindfulness comienza a expandirse y se propagan las actividades de recogimiento espiritual en clases multitudinarias para meditar.

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Fue un enorme placer estar con una audiencia, diferente sin lugar a dudas por su perfil y edad con las que normalmente comparto, y aprender de sus inquietudes. Habrá que repetir!

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