La manera de hacer política que mantenemos en España desde hace 30 años, desde la llegada de la democracia, con una consulta popular cada cuatro años es totalmente obsoleta para el tiempo que nos ha tocado vivir. Con una enorme gama de posibilidades que tenemos actualmente con las nuevas tecnologías y la llegada de aplicaciones 2.0, mucho más usables y pensadas para utilidades reales de los internautas, que sigamos con un sistema de toma de decisiones tomadas exclusivamente por una élite escogida dentro de las filas de partidos totalmente cerrados y sujetos a las propias y lógicas decisiones centralizadas, es totalmente ridículo. Y lo es, porque la sociedad está cambiando a pasos agigantados, pero no el poder político. Una generación, no sólo política, sino también ciudadana, que ni huele esto de la Sociedad del Conocimiento, está cavando la propia tumba de un país como España. Y cava esta tumba porque no está pendiente de las posibilidades que tenemos con todo lo que tenemos a nuestro alcance para llevar a cabo, que es en la inmensa mayoría de las veces obviado por nuestras élites. Ya lo hemos dicho alguna que otra vez. Que estemos votando en cualquier reality por quien se va del programa y que no podamos usar ese mismo tipo de tecnología para organizarnos de una manera mejor socialmente, es simplemente un insulto a la inteligencia de cualquier ciudadano medianamente informado y que quiere para la comunidad donde vive lo mejor, contribuyendo de la mejor manera que puede entender, la sociedad que tenemos. Por eso, los ciudadanos debemos ser mucho más beligerantes a la hora de exigir a nuestros políticos una mejor manera de gestionar nuestros asuntos, nuestra ciudad, porque en ella, va que tengamos las mejores condiciones para que la sociedad civil, pueda impulsar nuestras comunidades. De alguna manera, tenemos que pensar que las condiciones en las que la sociedad del siglo XXI se desenvuelve "el poder de muchos", la "economía de la atención", la "llegada de lo datable", la "meritocracia·, entre otras tendencias , tiene implicaciones más que reales en la gestión de nuestras comunidades. Sin embargo, nuestros poderes políticos parecen vivir en el limbo, en el siglo XX, en la revolución industrial, en la comunicación unidireccional, en una supuesta élite institucional tomando de decisiones, etc. Y ésto ya lo estamos pagando, concretamente en Córdoba, Andalucía y por ende España, con unas cifras de productividad que durante la segunda década del siglo XXI vamos realmente a pagar y comenzaremos a sufrir sus consencuencias. ¿Qué haremos cuando el tirón de la construcción comience a ralentizarse, las empresas de servicios se den cuenta que la nula comprensión de un fenómeno como el de la Sociedad del Conocimiento pierdan clientes ante empresas que sí apostaron por una mejora en la competitividad y nuestros jóvenes sigan marchándose de ciudades como Córdoba por su nula proyección profesional? Que nuestros políticos, seguramente, seguirán cantando las excelencias de sus decisiones y seguirán agarrándose a los exiguos incrementos de un paupérrimo dígito en cuanto a los clásicos y también obsoletos ratios por los cuales siguen midiendo el estado de la sociedad. Y ante esto, lo único que realmente nos queda, es una revolución ciudadana que cambie la situación en la que nos encontramos. Sólo nosotros seremos capaces de cambiarlo. Si tenemos que esperar a que sean nuestros poderes púbilcos, como tan acostumbrados estamos en nuestra santa tierra a que lo hagan, "vamos más que apañaos"