Al hilo del post que comenté sobre datos públicos, Luis y Juan comentan sobre la transparencia en la administración, tanto en datos, como en procesos. Aunque mi empuje es por la consecución de datos públicos para generar riqueza en torno al mismo, en paralelo surge un debate de cómo de transparente debe ser la Administración Pública. Luis Rull comenta un símil con mucho acierto:
Nuestros políticos creen que preferimos creen que nuestra visión es la de un cliente de un restaurante: queremos la comida pero no ver cómo se hace. Pero no saben que cada vez tienen más éxito los restaurantes en los que la cocina está detrás de un escaparate (..). Una vez que uno ve cómo se hace la comida, prefiere que siempre le enseñen la elaboración. Si no te dejan uno puede pensar: ¿qué tienen que ocultar?
Desde mi punto de vista, las administraciones públicas no están en la disposición de abrir transparentemente las instituciones públicas debido a que, en caso de hacerlo, sería de locura, ya que demostraría cómo de chapuceramente aunque en ocasiones certeramente, se trabaja en la administración por norma general, especialmente en algunos ámbitos como la justicia. El caso de la chiquita de Huelva asesinada por un demente, muestra a las claras como la apertura de datos públicos conllevaría que nos diéramos cuenta qué mal se encuentran determinados aspectos del funcionamiento básico de este estado. ¿Quién se atravería a mostrar a las claras la situación de una administración pública que deja por cuestiones burocráticas a semejantes animales sin ejecutar las sentencias?